Era una de esas tardes de verano, donde el sol acariciaba la piel de los que disfrutábamos de esa playa.
Caminaba sobre la orilla de ese imponente golfo azul, donde las olas golpeaban las piernas de este joven adolescente.
Mirando el horizonte, pensando, sonriendo libremente y disfrutando del momento, ese momento que era mío y nada más.
Era la primera vez que volvía a ese mar tan especial después de muchos años, esta vez de vacaciones solitarias, pero al encuentro con los amigos que también estarían ahí.
Era un día soleado, era un día de verano!!! Las ojotas en las manos, la remera atada en la cintura del short, tratando de broncearme ese primer día.
Si les nombro sapolan ferrini, seguro que a la memoria de muchos ese nombre les recordara a algún verano.
Sentada en la arena tomando mates junto a una amiga y casualmente también con mi mejor amigo, estaba ella… cachetes colorados, cabellos castaño claros, ojos miel, sonrisa de niña dulce.
Fue un abrir y cerrar de ojos, lo que me llevo a enamorarme en ese momento de esa niña.
Caminamos por la playa, juntamos pulpitos cuando bajaba la marea, cenamos a orillas de esa tercera bajada, jugamos a las cartas, compartimos 5 días o menos en esa costa rionegrina, pero días que jamás se olvidaran, fue uno de los veranos mas hermosos que recuerdo.
El amor de verano dura muchas veces eso, un verano.
Extraño esa frescura de las personas, que conocí alguna vez y que fueron desapareciendo por distintos motivos.
Extraño la inocencia, las sonrisas, las palabras simples, las amistades que se fueron perdiendo, dilatando y que no volverán jamás.
Pero algo me guardo en mi memoria y en un lugar especial de mi corazón, a personas como esta niña y algunas otras más que me enseñaron a amar, respetar y cuidar de las mujeres en general… con las cuales aprendí a ser un romántico!!!
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